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Contigo está la fuente de la vida (Sal. 36:9).
Pregúntese: “¿Estoy consciente de lo mucho que he prosperado por obedecer fielmente los principios bíblicos relacionados con la fornicación y el uso de la sangre?”. Pensemos también en los beneficios que hemos recibido gracias a que nos hemos limpiado “de toda contaminación de la carne y del espíritu” (2 Cor. 7:1). El respeto a las normas bíblicas sobre la higiene personal nos ahorra muchas enfermedades. También prosperamos debido a que no consumimos tabaco ni drogas. ¿Y qué se puede decir de la buena salud que tenemos gracias a que comemos y bebemos con moderación? (Pro. 23:20; Tito 2:2, 3.) Aunque el descanso y el ejercicio contribuyen al bienestar general, la razón principal por la que hemos prosperado física y espiritualmente es que seguimos la guía de las Escrituras. De todos modos, lo más importante es cuidar nuestra salud espiritual y estrechar la inestimable relación que tenemos con nuestro Padre celestial. w08 15/11 3:17, 18
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