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Jehová sabe librar de la prueba a personas de devoción piadosa (2 Ped. 2:9).
Cuando el poderoso ejército asirio invadió Judá y amenazó Jerusalén en el siglo VIII antes de nuestra era, Jehová envió un ángel que derribó en una sola noche a 185.000 asirios, salvando así a sus siervos fieles (Isa. 37:32, 36). Unos días antes de morir, Jesús hizo una advertencia profética a sus discípulos de Judea (Luc. 21:20-22). En el año 66, el ejército romano sitió Jerusalén, pero de repente se retiró. Los cristianos fieles se dieron cuenta de que tenían ante sí la oportunidad de salvarse de la destrucción que había predicho Jesús, y huyeron a las montañas. Cuando los romanos regresaron en el año 70, destruyeron por completo a Jerusalén. Los discípulos que habían hecho caso de la advertencia de Jesús se libraron de aquella calamidad (Luc. 19:41-44). Sin importar las circunstancias que podamos afrontar ahora o en el futuro, tenemos razones para confiar plenamente en nuestro Libertador (Sal. 70:5). w08 15/9 1:17-20
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