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La palabra de Dios es viva, y ejerce poder (Heb. 4:12).
La palabra de Dios —o sea, su mensaje— encierra un gran poder. Es mucho más afilada que las espadas que fabrica el hombre. Al ser tan cortante, penetra, por decirlo así, hasta la médula de los huesos. La verdad bíblica llega a lo más íntimo de la persona —sus pensamientos y emociones— y revela lo que hay en su interior. Además, puede cambiarle la vida por completo (Col. 3:10). ¡Qué gran poder de transformación! Por otro lado, la Biblia es un libro de sabiduría incomparable que nos enseña a vivir en este mundo lleno de complicaciones (Sal. 119:105). Ciertamente, es una ayuda inestimable en el diario vivir, pues nos permite afrontar los problemas y tomar decisiones sobre asuntos como las amistades, las diversiones, el empleo y la ropa (Sal. 37:25; Pro. 13:20; Juan 15:14; 1 Tim. 2:9). w10 15/2 2:4, 5
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