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Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios (Rut 1:16).
De joven, es muy probable que Rut sirviera a Kemós y las demás divinidades de Moab. Pero llegó a conocer al Dios verdadero y se casó con un israelita que se había refugiado en su país (Rut 1:1-6). Más tarde, ella y su cuñada Orpá se quedaron viudas y acompañaron a su suegra Noemí en un viaje a Belén. En el camino, Noemí las exhortó a regresar a su tierra, pues no les iba a ser fácil la vida en Israel. Orpá le hizo caso y “[volvió] a su pueblo y a sus dioses” (Rut 1:15). Rut, por el contrario, se guió por su fe y demostró que sabía muy bien a quién quería pertenecer. Por eso le dijo a Noemí: “No me instes con ruegos a que te abandone, a que me vuelva de acompañarte; porque a donde tú vayas yo iré, y donde tú pases la noche yo pasaré la noche”. Gracias a su decisión, se benefició de las estipulaciones de la Ley a favor de las viudas, los pobres y las personas sin tierras. Bajo las alas de Jehová encontró verdadera felicidad, protección y seguridad. w10 15/1 2:4
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