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Cristo ofreció ruegos y también peticiones a Aquel que podía salvarlo (Heb. 5:7).
Las experiencias que Jesús vivió en la Tierra le enseñaron cosas nuevas acerca de la obediencia a Dios (Heb. 5:8). Pero ¿qué más podía aprender sobre este tema que no supiera ya? Después de todo, había pasado millones de años al lado de su Padre y había colaborado estrechamente con él como su “obrero maestro” durante la creación (Pro. 8:30). Sin embargo, el sufrimiento que padeció como ser humano lo puso a prueba, y al resistir fielmente demostró que su obediencia y su integridad eran absolutas. Aunque Jesús era perfecto, sabía que no lograría obedecer a la perfección por sus propias fuerzas. Por eso le pidió ayuda a Jehová. Nosotros también necesitamos ser humildes y pedir siempre la ayuda de Dios para no desobedecer. El apóstol Pablo exhortó así a los cristianos: “Mantengan en ustedes esta actitud mental que también hubo en Cristo Jesús, quien [...] se humilló y se hizo obediente hasta la muerte” (Fili. 2:5-8). w09 15/9 2:2, 3
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