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Por lo tanto, paguen a César las cosas de César, pero a Dios las cosas de Dios (Mat. 22:21).
¿Cuáles son las cosas que le debemos al César, es decir, a las autoridades? Pues bien, la conversación en la que Jesús pronunció estas palabras giraba en torno a los impuestos. De modo que para tener una conciencia limpia ante Dios y los hombres, debemos obedecer las leyes del país en el que vivimos, incluidas las que rigen el pago de impuestos (Rom. 13:5, 6). Aun así, reconocemos que Jehová es la Autoridad Suprema, el único Dios verdadero, y lo amamos con todo el corazón, el alma, la mente y las fuerzas (Mar. 12:30; Rev. 4:11). Por eso, solo él merece nuestra obediencia absoluta e incondicional (Sal. 86:11, 12). En muchos países existen programas de asistencia social. No hay nada de malo en que los cristianos se beneficien de dichos programas, pero deben reunir los requisitos necesarios. Quienes hablan con la verdad no dan información falsa o engañosa al gobierno a fin de recibir asistencia pública. w09 15/6 3:16, 17
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