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En proporción al don que cada uno haya recibido, úsenlo al ministrarse unos a otros (1 Ped. 4:10).
Jehová nos demuestra su bondad inmerecida al encomendarnos esos dones. Uno de los dones más importantes que recibimos es el espíritu santo. Ese don nos ayuda a cultivar cualidades cristianas como el amor, la bondad y la apacibilidad, cualidades que nos impulsan a tratar con afecto a los hermanos y darles nuestro apoyo. La sabiduría y el conocimiento también son dones que obtenemos gracias a la ayuda del espíritu santo (1 Cor. 2:10-16; Gál. 5:22, 23). De hecho, todos nuestros talentos, habilidades y virtudes pueden verse como dones que nuestro Padre celestial nos ha otorgado para que lo alabemos y honremos. Y Dios espera que los empleemos para hacer llegar a nuestros hermanos las manifestaciones de su bondad inmerecida. w09 15/1 3:5, 6
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