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Continuó sujeto a ellos (Luc. 2:51).
Debido a nuestra imperfección, los seres humanos tendemos a sentirnos superiores a los demás cuando recibimos autoridad. ¡Pero qué diferente es Jesús! Aunque desempeña un papel clave en el cumplimiento del propósito de Jehová, nunca ha habido en él ni el más ligero rastro de altivez. Pues bien, Jesús tenía el incomparable honor de morar en la presencia de su Padre celestial. No obstante, voluntariamente “se despojó a sí mismo” de esa gloria (Fili. 2:5-7). Dios transfirió su vida a la matriz de una virgen judía, donde se desarrolló durante nueve meses hasta nacer como un indefenso bebé. Creció en el hogar de un humilde carpintero; allí dio sus primeros pasos y pasó su infancia y su adolescencia. Durante toda esa etapa de su vida estuvo sujeto a sus padres, quienes, a diferencia de él, eran imperfectos. ¡Qué humildad tan extraordinaria! w09 15/1 1:9, 10
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