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Como ovejas todos nosotros hemos andado errantes (Isa. 53:6).
Como ovejas perdidas, los seres humanos pecadores hemos andado errantes en busca de liberación de la enfermedad y la muerte heredada de Adán (1 Ped. 2:25). Como somos imperfectos, ninguno de nosotros puede recomprar lo que Adán perdió (Sal. 49:7). Sin embargo, en su gran amor, “Jehová mismo ha hecho que el error de todos nosotros se encuentre con” su querido Hijo y Siervo escogido. Cristo permitió que se le traspasara “por nuestra transgresión” y se le aplastara “por nuestros errores”, y así se llevó nuestros pecados al madero y murió en lugar de nosotros (Isa. 53:5). El apóstol Pedro escribió: “Cristo sufrió por ustedes [...]. Él mismo cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, para que acabáramos con los pecados y viviéramos a la justicia”. Y añadió lo siguiente citando la profecía de Isaías: “Y ‘por sus heridas ustedes fueron sanados’” (1 Ped. 2:21, 24). Esto abrió la puerta para que los pecadores se reconciliaran con Dios (1 Ped. 3:18). w09 15/1 5:8, 9
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