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Es bueno el hombre que es benévolo y está prestando. Sustenta sus asuntos con justicia (Sal. 112:5).
Sin duda hemos observado que quienes dan no siempre lo hacen motivados por la benevolencia o la compasión. Algunos dan para presumir, y otros dan a regañadientes. La verdad es que no es agradable recibir ayuda de alguien que nos trata con desprecio o nos hace sentir que somos una molestia o una carga. En cambio, ¡qué bueno es cuando una persona nos ayuda de corazón! Y Jehová es el mejor ejemplo, pues él siempre da con alegría y generosidad (1 Tim. 1:11; Sant. 1:5, 17). Por su parte, Jesucristo reflejó a la perfección el ejemplo de su Padre (Mar. 1:40-42). Y si nosotros deseamos agradar a Dios y que nos considere justos, tenemos que dar con alegría y de todo corazón, sobre todo en el servicio del campo, ayudando espiritualmente a nuestros semejantes. Además, debemos actuar con justicia tanto al tratar con nuestros hermanos como con quienes no son cristianos, y esta norma de conducta es aplicable incluso en asuntos económicos (Miq. 6:8, 11). w09 15/3 4:13, 14
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