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En amor fraternal ténganse tierno cariño unos a otros (Rom. 12:10).
El cariño que les tenemos a los hermanos nos impulsa a servir de todo corazón como mayordomos de la bondad inmerecida de Dios. Comprendemos que si Satanás logra que dejemos de ayudarnos unos a otros, nuestra unidad se debilitará (Col. 3:14; 1 Ped. 4:10). La falta de unidad, a su vez, hará que disminuya nuestro entusiasmo en la predicación. Obedecer el mandato de predicar las buenas nuevas y el de servir a nuestros hermanos nos beneficia a todos. Quienes reciben nuestra ayuda se sienten espiritualmente fortalecidos, y nosotros nos sentimos muy felices de poder dársela (Hech. 20:35). La congregación se convierte en un lugar más acogedor cuando cada uno de sus miembros se preocupa por los demás. No olvidemos, asimismo, que el amor con que nos tratamos nos identifica claramente como cristianos verdaderos. Jesús dijo: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Juan 13:35). w09 15/1 3:13, 15
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