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Martes 10 de agosto

10 agosto 2010 | |

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¿Soy yo el guardián de mi hermano? (Gén. 4:9.)

En cierta ocasión, Caín presentó una ofrenda a Jehová, y lo mismo hizo su hermano Abel. Ahora bien, Dios no se fijó solo en sus dádivas, sino también en sus motivos. Aprobó el sacrificio de Abel porque lo había hecho con fe, pero rechazó el de Caín porque de algún modo manifestaba falta de confianza en Jehová (Gén. 4:4, 5; Heb. 11:4). Lamentablemente, Caín no aprendió la lección. En vez de modificar su actitud, alimentó la ira contra su hermano (Gén. 4:6). Jehová observó que Caín había tomado un camino peligroso. Amorosamente, habló con él y le señaló que si se comportaba bien contaría con su aprobación. Por desgracia, Caín no hizo caso del consejo de su Creador y mató a su hermano. ¡Qué traicionero es el corazón! ¡Atreverse a despreciar el consejo directo de Dios! (Jer. 17:9.) No olvidemos nunca las lecciones que aprendemos de este y de otros relatos semejantes. Debemos despedir rápido de la mente los malos pensamientos y deseos (Sant. 1:14, 15). Y si nos ofrecen consejos basados en las Escrituras, los recibiremos con gratitud como expresiones del amor de Jehová. w08 15/10 1:10, 11

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