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Mejor es un nombre que el buen aceite, y el día de la muerte que el día en que uno nace (Ecl. 7:1).
Nada ilustra mejor estas palabras que el caso de Jesús. Él se hizo un magnífico nombre ante Jehová. Al morir fiel, vindicó la soberanía de su Padre y ofreció el sacrificio redentor que nos abrió el camino a la salvación (Mat. 20:28). Durante su corta existencia en la Tierra, Jesús puso el ejemplo perfecto de lo que es vivir una vida que tiene verdadero valor, un ejemplo que todos debemos imitar (1 Cor. 11:1; 1 Ped. 2:21). Nosotros también podemos hacernos un buen nombre ante Dios, lo cual es de mucho más valor que las riquezas (Mat. 6:19-21). Todos los días podemos encontrar maneras de hacer cosas que son buenas a los ojos de Jehová y que enriquecen nuestra vida. Por ejemplo, podemos llevar al prójimo las buenas nuevas, fortalecer nuestro matrimonio y demás vínculos familiares, así como aumentar nuestra espiritualidad mediante el estudio personal y la asistencia a las reuniones (Ecl. 11:6; Heb. 13:16). w08 15/4 5:18, 19
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