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Tanto a griegos como a bárbaros, tanto a sabios como a insensatos, soy deudor: de modo que por mi parte tengo vivo interés en declararles las buenas nuevas también a ustedes (Rom. 1:14, 15).
Pablo estaba muy agradecido porque se le había mostrado misericordia. Por eso se sentía en el deber de ayudar a la gente a beneficiarse de la bondad inmerecida de Dios tal como él se había beneficiado (1 Tim. 1:12-16). Era como si adquiriera una deuda con cada persona tan pronto como la conocía, una deuda que solo podía pagar hablándole de las buenas nuevas. ¿Siente usted que tiene esa misma deuda con la gente de su territorio? (Hech. 20:26, 27.) En Malaquías 1:11, Jehová profetiza: “Mi nombre será grande entre las naciones”. En cumplimiento de esta profecía, los siervos de Jehová alaban públicamente el nombre de su Dios por toda la Tierra efectuando con humildad su ministerio (Sal. 109:30; Mat. 24:14). La principal razón que tenemos para predicar públicamente y de casa en casa es que queremos ofrecer “sacrificio de alabanza” a Jehová (Heb. 13:15). w08 15/7 1:13, 14
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