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Todos ustedes son hermanos (Mat. 23:8).
Hay quien asegura que como Jesús dijo a sus discípulos las palabras del texto de hoy, no debería haber puestos de autoridad en la congregación cristiana. Sin embargo, tanto las Escrituras Hebreas como las Griegas contienen numerosos ejemplos de hombres que recibieron autoridad de parte de Dios. En el siglo primero, los apóstoles tenían cierta autoridad, y así lo reconocían los demás cristianos (Hech. 2:42). El apóstol Pablo, por ejemplo, dio instrucciones a sus hermanos (1 Cor. 16:1; 1 Tes. 4:2). Aun así, él mismo estuvo dispuesto a obedecer a los que poseían más autoridad que él (Hech. 15:22; Gál. 2:9, 10). De todo esto aprendemos una lección doble. En primer lugar, según las Escrituras, “el esclavo fiel y discreto” puede utilizar a su Cuerpo Gobernante para poner a ciertos hombres en puestos de responsabilidad y para otorgar a algunos hermanos autoridad sobre otros hombres nombrados (Mat. 24:45-47; 1 Ped. 5:1-3). Y la segunda es que todos, incluso los hombres nombrados, debemos respetar a quienes tengan autoridad sobre nosotros. w08 15/10 4:10-12
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